Por: Ing.
Lourdes López Díaz
El acervo
documental que se halla en bibliotecas y archivos permanece en riesgo constante por los peligros físicos, químicos y/o
biológicos a los que está sometido, debido a que entre los componentes que lo
constituyen encontramos una gran diversidad de elementos orgánicos, tanto
naturales como sintéticos. Cada una de estas variables puede provocar por sí misma daños específicos en la
pieza, pero combinadas entre sí, generarán perjuicios irreversibles y de mayor
magnitud.
Desde la
valoración biológica, estos elementos pueden ser atacados por algún organismo, pero no todos
los objetos pueden ser estropeados con la misma intensidad o sea algunos son
más susceptibles que otros: la madera por escarabajos taladro, los hilados por polillas y
grillos, las alfombras por coleópteros domésticos, los papeles por lepismas y
microorganismos.
Entre los recursos más vulnerables a la acción de este último grupo, representado aquí por bacterias y hongos, encontramos los recursos bibliográficos que también están constituidos por una gran diversidad de materiales orgánicos (papel, cartón, cuero, adhesivos, pieles) que cuentan al carbono como un componente común. Tales productos están constituidos por polímeros naturales que según van envejeciendo y soportando diferentes situaciones higiénicas, ambientales, biológicas, de uso, de almacenaje, etc., se produce la fragmentación de sus cadenas moleculares (despolimerización) provocándose un daño inexorable.
Las bacterias y hongos son microscópicos organismos, generalmente unicelulares que presentan una organización básica, algunos patógenos, transportan humedad y atraen plagas al modificar el inventario nutritivo del sustrato. Ambos colonizarán un medio susceptible cuando en un sitio poco ventilado, pH adecuado y con escasa iluminación, durante varios días se registre temperatura superior a 25º C y humedad ambiente desde el 65% con acumulación de polvo y/u hollín en los diferentes tipos de superficies de las piezas.
Muchas veces, uno trae al otro. La humedad y
el calor favorecen la formación de hongos. Los hongos son alimentos de varios
de los insectos bibliófagos. El calor y la humedad atraen bacterias. Las
bacterias acidifican los papeles, y a su vez estos ácidos atraen hongos e
insectos. La celulosa del papel, por ser un residuo de la madera, es sabrosa
para las termitas. Es una cadena biológica de seres vivientes que tratan de
alimentarse y sobrevivir a costa de nuestros documentos.
Esta situación no solo perjudica a las colecciones
sino a las personas que consumen esteroides, son alérgicas, padecen diabetes, asma y otras afecciones respiratorias, oculares, dérmicas
o tienen el sistema inmunológico debilitado. Las células reproductoras producidas por bacterias y hongos son
arrastradas por el viento y entran en el organismo por inhalación y por
lesiones en la piel. Estas esporas se fijan en todas las superficies húmedas
pero como durante su desarrollo producen agua metabólica, se incrementa el contenido de humedad en
el sustrato y además cuando estas áreas exteriores disponen de proteínas e hidratos de carbono (celulosas, hemicelulosas,
almidones), podrán ser colonizadas por hongos y bacterias debido a su alta
digestibilidad, situación que favorece la multiplicación y la germinación de
las esporas.
Ante la verificación de presencia de microorganismos ¿qué
hacen los conservadores?
La primera operación es retardar o interrumpir su
crecimiento, para lo cual se deben colocar las piezas afectadas en bolsas de plástico buscando reducir la dispersión de las esporas y
proteger al personal. Luego ubicarlas en un lugar seco y recordar que esos
objetos no deben quedar dentro de tales envoltorios durante mucho tiempo.
Cuando los brotes son de mayor magnitud, cerrar las puertas e instalar cortinas
de plástico para separar las zonas afectadas y las no perturbadas.
- Bajar el nivel de humedad y aumentar la circulación de aire.
- Realizar determinaciones de humedad y temperatura varias veces al día
- Emplazar ventiladores dirigidos hacia el exterior para aumentar la circulación de aire.
- Instalar deshumidificadores, asegurándose su drenaje continuo y vaciado frecuente.
- Abrir ventanas toda vez que el nivel de humedad fuera del edificio sea más bajo que en el interior.
- De haber ocurrido un episodio grave con humedecimiento o mojadura de piezas, actuar dentro de las primeras 24 horas para prevenir brotes de hongos y bacterias
- El análisis microbiológico del aire es fundamental para establecer el riesgo potencial que existe para la salud de las personas y para la conservación de las colecciones. En este caso, los microorganismos pueden ser utilizados como bioindicadores de la
- Situación de riesgo de las condiciones ambientales
También debe
considerarse, que con frecuencia, el desarrollo de hongos en materiales
históricos, lleva asociado la presencia de diferentes familias de insectos que
los utilizan como nutrientes.
- Comprobar el real problema con el especialista de sala.
- Usar máscara con filtro, pañuelo, nasobuco de tela o algo similar que cubra su boca, para retener partículas y estos deben ser reemplazados periódicamente.
- Emplear guantes descartables o de tela.
- Es conveniente utilizar anteojos protectores.
- Valerse de guardapolvo descartable, bata, delantal; en presencia de mucha suciedad.
- Periódicamente desinfectar los componentes no descartables con cloro y agua caliente.
Preservar y conservar es
luchar contra un proceso que naturalmente ocurre. No es una tarea fácil, pero
si se toman todos los cuidados necesarios y se respetan las formas adecuadas de manipulación de los documentos, la preocupación es mucho menor. La
comprensión del usuario que nos visita, de los investigadores y estudiantes, de
todos estos elementos es una fortaleza
ante ciertas situaciones.
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